Objetivo, destruir al tumor: Inmunidad y cáncer.
El prestigioso experto en Inmunología y Enfermedades Infecciosas Dr. Fernando Fariñas Guerrero nos habla en su libro divulgativo sobre la importancia de nuestras defensas en la salud y la enfermedad. En dicho libro, titulado: “En defensa propia: aventuras y desaventuras del sistema inmunológico”, se abordan de manera amena y comprensible aspectos fundamentales como: el funcionamiento inmunitario, el estado de la inmunidad en diferentes fases de la vida.
En uno de los capítulos aborda la enfermedad del Cáncer, y expone de este modo su tesis al respecto.
La palabra “cáncer” realmente representa un “saco” donde se agrupan cerca de 200 enfermedades distintas que tienen en común dos características muy particulares; por un lado todos los cánceres están compuestos por un grupo de células que presentan un crecimiento descontrolado, y por otro tienen la capacidad de invadir y dañar a los tejidos y órganos normales, bien localmente o a distancia a través de las llamadas metástasis.
La hipótesis de la relación entre cáncer y sistema inmunológico no es nueva ni moderna. Ya en 1909 Paul Ehrlich propuso la idea de que la incidencia de cáncer debería ser mucho mayor si no fuese porque nuestro sistema inmune establece un sistema de vigilancia sobre la aparición y expansión de estos. Cincuenta años más tarde, Lewis Thomas y Frank McFarlane Burnet tomaron esta idea y propusieron que los linfocitos T (acuérdese…los formados en el Timo), ejercían la labor de “centinelas”, lo que acuñó el término de “inmunovigilancia” para describir como el sistema inmune está en constante alerta frente a la aparición y desarrollo de estas células malignas. Esta teoría sufrió y sufre aún hoy día múltiples ataques, levantando apasionados y acalorados debates entre sus defensores y detractores.
Siguiendo un poco con la historia, la conexión entre cáncer y sistema inmune ganó adeptos con los trabajos de William Coley, un médico neoyorquino que allá por el año 1890 llegó a comprobar como algunos de sus pacientes afectados de cáncer se curaban de éste cuando contraían infecciones por estreptococos (como los que producen las amigdalitis o las fiebres reumáticas). Sospechando que estas infecciones tenían algo que ver con la regresión del tumor de sus pacientes, Coley decidió llevar a cabo un experimento en el cual inyectaba estos estreptococos en pacientes con cánceres inoperables, obteniendo los mismos resultados. A partir de estos experimentos, Coley desarrolló una mezcla de bacterias muertas denominada “la toxina de Coley”, empleándose esta en más de 1000 pacientes con resultados y éxito variable.
Sea como fuere, la relación entre cáncer y sistema inmunológico se sospecha cuando se observa que los pacientes sometidos a trasplante, que tienen que estar medicados con potentes fármacos inmunosupresores para evitar el rechazo, están más predispuestos a padecer ciertos tipos de cáncer. Igualmente se conoce como algunos pacientes con inmunodeficiencias muestran la tendencia a desarrollar algunos tipos de cáncer. Así por ejemplo, los enfermos de SIDA pueden desarrollar el llamado Sarcoma de Kaposi (un tipo de cáncer que afecta a las células que componen el tejido conectivo o conjuntivo, e inducido por un herpesvirus tipo 8 que aprovecha la bajada de defensas producido por el VIH). En estas personas inmunodeficientes, suelen darse más comúnmente determinados tipos de cáncer como sarcomas y linfomas. Sin embargo, otros tipos de cáncer muy frecuentes como los de mama y pulmón, no se desarrollan más frecuentemente en este tipo de pacientes cuando se compara con la población no inmunodeficiente.
Es igualmente reconocida la capacidad que muestran determinados tipos de cáncer para manipular el sistema inmune o desarrollar “mecanismos de escape” que van a permitir su supervivencia. Una teoría ya totalmente confirmada en la práctica, es que el sistema inmune puede en muchos casos no sólo no luchar contra el tejido canceroso sino que es capaz de hacer lo contrario, es decir, ayudarlo a crecer y a diseminarse por todo el organismo (metástasis).
Muchas de las formas de cáncer que conocemos están asociadas con alguna forma de inflamación crónica. Por ejemplo, más del 20% de los cánceres están ligados a infecciones crónicas (virus papiloma con el cáncer de útero, la bacteria Helicobacter pylori con cáncer gástrico y linfoma digestivo, virus de la hepatitis B y C con cáncer de hígado, etc). Otro 30% de estos cánceres se asocian a agentes inhalados tóxicos como los procedentes del tabaco o de la polución ambiental (que también inducen inflamación crónica), y un 35% a factor nutricionales (con más de un 20% de cánceres asociados a obesidad que, como ya hemos visto, se asocia a un estado inflamatorio crónico). Las formas congénitas y heredadas de cáncer sólo constituyen un 10% de todos ellos, estando la mayoría relacionados con alguna mutación secundaria a factores ambientales.
Para saber más: http://amazingbooks.es/en-defensa-propia-fernando-fari%C3%B1as-edicion-agosto-2016
Dr. Fernando Fariñas Guerrero – Instituto de Inmunología y Enfermedades Infecciosas y Unidad de Enfermedades Infecciosas Emergentes y Zoonosis.
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